viernes, 16 de diciembre de 2016

En el desolado mundo llovían hombres con sabor a gelatina. Esos hombres estaban llenos de amargura y tristeza, eran tajantes, afilados, fríos y muy amargos. Nadie comprendía nada, ni sabían cuál era la solución, hasta que cierto día llegaron a una conclusión. Debían de dar a conocer lo que era el amor, y con unas dulces palabras, acompañadas de fresas y nata consiguieron que la multitud dejase de lado el ataúd. La música acompañaba a esa gente para cambiar el nombre a ese desolado mundo, y convertirlo en algo lleno de dilección.


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