En aquel puente, conocí esa persona que nunca supo como darme las gracias de lo agradecido que estaba. No supe reaccionar, reírme o llorar. Simplemente quise desaparecer en ese instante, y fundirme con la naturaleza, poder fluir libremente por el aire, el agua o con las ráfagas del viento. Entonces establecí una conexión sempiterna, me sentí como un sputnik volviendo a su lugar en el espacio, pero lo que nunca sentí fue esa despedida, que por mi podría haber sido eterna y mucho más placentera. Todo era fruto de imaginación, ahí estaba yo, en primera fila en clase de historia.
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